Menu

jueves, 27 de junio de 2013

Chet baker vuelve la trompeta un instrumento sutil, etéreo, magnífico, de fuerza descomunal a un mero murmullo. Nunca desaparece, siempre está ahí respirando, respira una vez, y otra, tiene asma esa trompeta, apenas respira, es un dolor brutal y frío el que la consume. El por su parte, la sostiene como se sujeta una hoja caída hace días, no se atreve a cerrar sus ojos por miedo a no volver a verla entera, la acaricia, intenta insuflarle vida, darle otro instante, es solo un truco, ella se retuerce, e implora que la deje ir. Él ahogado en lagrimas, en un llanto demasiado ensordecedor como para hacer ruido alguno, la deja con cuidado en su estuche, mientras la ve así tan herida, empieza a cantar, la arrulla, le inventa mil historias, narra mil pasiones, desamores y encuentros, ella se deja enamorar, y olvida, olvida torpemente, olvida como una buena hipocrita, olvida su concepción metálica, sus límites forjados, y canta con él, para terminar besándolo como cada noche.